Cada año, el paseo nocturno del Día de Muertos convierte a la Ciudad de México en una celebración sobre ruedas. Miles de ciclistas, peatones y familias salen a recorrer avenidas iluminadas entre altares, catrinas y calaveras. Es una tradición que une lo ancestral con lo urbano y que, al mismo tiempo, celebra la vida desde el movimiento.
Pero la edición 2025 no salió como se esperaba. Lo que debía ser una noche simbólica y festiva se convirtió en una jornada de embotellamientos y frustración. Las avenidas más emblemáticas, como Reforma y el Centro Histórico, lucieron repletas. El flujo de personas y bicicletas se detuvo por momentos y la experiencia se volvió más caótica que disfrutable.
El entusiasmo no faltó; la organización sí. Y eso deja una lección valiosa: las tradiciones que más amamos también necesitan planeación para sostenerse en el tiempo.
Una tradición que creció sin medida
El paseo nocturno Día de Muertos nació como una iniciativa de la Secretaría del Medio Ambiente (SEDEMA) para promover el uso de la bicicleta y celebrar una de las fechas más representativas del país. Durante años fue un evento ejemplar: rutas seguras, ambiente familiar y un recorrido que invitaba a pedalear entre ofrendas y música.
Sin embargo, el crecimiento del evento fue tan rápido como la pasión de quienes lo viven. En esta edición participaron más de 150 mil personas, según datos del Gobierno de la Ciudad de México. La cifra superó las expectativas registradas de su edición 2015 y puso a prueba la capacidad logística de la capital.
El recorrido abarcó aproximadamente 20 kilómetros, conectando el Bosque de Chapultepec, Paseo de la Reforma y el Zócalo capitalino, con múltiples puntos de entrada. Pero esa amplitud, que en otras ocasiones fue su mayor virtud, se convirtió en un desafío: calles llenas, rutas invadidas por peatones y comercio ambulante ocupando carriles ciclistas.

Lo que antes era un trayecto fluido, esta vez se transformó en un embotellamiento festivo. Y aunque el ambiente seguía siendo alegre, muchos terminaron caminando con la bicicleta al lado.
Una ciudad que se desbordó
El problema no fue la falta de interés, sino su magnitud. La Ciudad de México, con toda su energía y movimiento, volvió a demostrar que las actividades masivas requieren más que entusiasmo: necesitan organización.
A lo largo de la ruta se observaron zonas donde el tránsito peatonal y ciclista se mezcló sin orden. Familias, turistas y vendedores improvisaron espacios para moverse, detenerse o vender productos, provocando que el flujo general se detuviera. Los cuerpos de seguridad y movilidad resultaron insuficientes para contener la marea humana.
El paseo nocturno Día de Muertos perdió por momentos su esencia de movilidad activa y sustentable. La falta de carriles delimitados, filtros de acceso y señalización adecuada hicieron que muchos asistentes no pudieran avanzar o disfrutar del recorrido completo.

Aun así, el evento mantuvo su sentido simbólico: recordar a los que ya no están, pero hacerlo desde el movimiento, desde la convivencia en las calles. La intención sigue siendo factible de promover el uso de la bici; la ejecución, en cambio, necesita replantearse drásticamente.
Lo que falló en la organización
Cada evento masivo pone a prueba la capacidad de planeación de una ciudad, y este no fue la excepción. El paseo nocturno Día de Muertos 2025 dejó ver áreas que pueden mejorarse.
El control de aforo fue prácticamente inexistente. No hubo filtros previos ni conteos aproximados que permitieran regular la entrada por zonas. Además, el comercio ambulante creció sin supervisión, invadiendo carriles designados y generando cuellos de botella.
La falta de rutas alternas también complicó la movilidad: al cerrarse Reforma y parte del Centro, no hubo vías paralelas para descongestionar el tránsito ciclista y peatonal. Y aunque el Gobierno de la Ciudad dispuso personal de apoyo, el número no fue suficiente para orientar a todos.

Según reportes de movilidad, la afluencia de personas superó la capacidad prevista en más del 40%, lo que explica el colapso parcial del recorrido. En varios tramos, avanzar unos metros tomaba hasta diez minutos.
El problema no es la idea, sino la estructura que la sostiene. Las tradiciones no pueden depender solo de la buena voluntad ciudadana; requieren planeación, control y coordinación institucional.
Hacia un paseo más disfrutable
A pesar del caos, el paseo nocturno Día de Muertos sigue siendo una de las celebraciones más esperadas del año. Es una noche que une generaciones y que demuestra que la bicicleta no solo es transporte, sino también cultura.
El reto está en hacerlo sostenible.
- Delimitar espacios claros para ciclistas, peatones y comerciantes.
- Establecer filtros de ingreso y puntos de descanso para distribuir el flujo.
- Incorporar señalización temporal y brigadas de apoyo para orientar a quienes no conocen la ruta.
- Ajustar horarios de inicio y cierre para evitar saturaciones.
Estas sugerencias pueden marcar la diferencia entre una experiencia agotadora y una noche memorable. Si se aprende de esta edición, el paseo nocturno puede recuperar aquel ritmo que marcó en sus primeras ediciones, la clave era: Dar prioridad al ciclista y mayor coexistencia con el peatón…
Una lección de movilidad y convivencia
El paseo nocturno Día de Muertos 2025 será recordado no solo por la gran cantidad de asistentes, sino por la oportunidad que deja para repensar cómo se organizan los eventos urbanos de esta magnitud. La Ciudad de México cuenta con una comunidad ciclista activa y comprometida, pero requiere una infraestructura y una logística a la altura de ese entusiasmo colectivo.

Aprender de esta experiencia puede abrir el camino hacia una ciudad más ordenada y disfrutable. Ejemplos como la expansión de ciclovías y el fortalecimiento del sistema Ecobici muestran que no todo está perdido para mejorar la infraestructura ciclista de la CDMX.
Y si buscas comprender cómo una infraestructura bien diseñada transforma la manera en que una ciudad se mueve y se conecta, el libro Ciclovía ofrece una visión completa sobre cómo planear, disfrutar y hacer sostenible la cultura ciclista.
Al final, el paseo nocturno Día de Muertos no solo celebra la memoria de quienes ya partieron. También refleja el deseo de quienes seguimos aquí por movernos mejor, convivir más y construir una ciudad que realmente esté viva.






