La Ciudad de México es una de las urbes más grandes del mundo, con más de 20 millones de personas desplazándose a diario. En ese enorme flujo, la bicicleta ha demostrado ser una alternativa de movilidad segura, eficiente y sostenible. Sin embargo, durante muchos años, los ciclistas han tenido que moverse en un entorno diseñado casi exclusivamente para automóviles, sin considerar adecuadamente este tipo de transporte.
Más del 70% del espacio vial está destinado al coche, a pesar de que no todas las personas tienen uno. Esto refleja una gran desigualdad en la distribución del espacio público y una necesidad urgente de transformarlo. Por eso, hoy más que nunca, construir ciclovías no es solo una medida de movilidad, es una decisión de justicia urbana.
Las calles no deben ser solo para coches, deben de ser para las ciclovías
En las calles convivimos todas las personas: quienes caminan, quienes van en sistemas de transporte público, quienes manejan y quienes pedalean. Pero cuando el diseño de la ciudad prioriza a los autos particulares, se genera un desequilibrio que afecta la seguridad, la salud y la calidad de vida.
Al construir ciclovías, se reconoce el derecho de todas las personas a moverse de forma segura. Se recupera parte del espacio público para quienes utilizan la bicicleta como medio de transporte, y se fomenta una convivencia más respetuosa entre los diferentes modos de movilidad.
El poder de una infraestructura sencilla y transformadora
Una ciclovía puede parecer algo simple: una franja protegida para circular en bicicleta. Pero en realidad, representa una forma distinta de pensar la ciudad.
No se trata solo de facilitar el paso a los ciclistas, sino de reorganizar la lógica vial: darle prioridad a las personas por encima de los autos, promover el transporte masivo, reducir los accidentes, y sobre todo, garantizar el derecho a la movilidad para todos.
Al tener una red de ciclovías conectadas, continuas y seguras, se envía un mensaje claro: la ciudad también es para quienes pedalean.

El caso de Insurgentes: de lo temporal a lo permanente
Un ejemplo que marcó un antes y un después fue la ciclovía emergente de Avenida Insurgentes. Implementada en 2020 como parte de una estrategia de movilidad segura durante la contingencia sanitaria, esta ciclovía nació con un carácter temporal. Sin embargo, el impacto fue inmediato.
Miles de personas comenzaron a usarla todos los días. Algunos lo hacían por primera vez. La ciclovía conectaba zonas urbanas clave, recorría más de 20 kilómetros y funcionaba en paralelo al Metrobús, ofreciendo una alternativa segura y rápida.
Lo que más sorprendió fue que en pocos meses, la demanda ciudadana y la alta utilización justificaron su permanencia. Hoy, la ciclovía de Insurgentes forma parte de las redes de transporte e infraestructura oficial de movilidad de la CDMX.
Este caso demuestra que cuando se da infraestructura digna a las personas, la respuesta es inmediata y positiva. La bicicleta deja de ser una opción “para unos cuantos” y se convierte en una herramienta real para millones de habitantes.

Las ciclovías son un acto de justicia
En la Ciudad de México no todas las personas tienen las mismas oportunidades de movilidad. Hay quienes dependen del transporte público, quienes caminan largas distancias, o quienes usan la bicicleta porque es su única opción accesible y económica.
Construir ciclovías es reconocer esa realidad. Es garantizar que todas las personas, sin importar su edad, género o condición económica, puedan desplazarse con seguridad y dignidad.
Es también una forma de reducir la violencia vial, especialmente contra mujeres, niños y adultos mayores. Las ciclovías bien diseñadas permiten trayectos predecibles, con mayor visibilidad, y zonas protegidas que hacen más seguro el entorno.
Una ciudad más limpia, más tranquila y más humana
Cuando una persona cambia su coche por una bicicleta, toda la ciudad gana:
- Menos tráfico.
- Menos emisiones contaminantes.
- Más espacio disponible.
- Menos ruido.
- Más actividad física.

La bicicleta no solo reduce los niveles de contaminación, también mejora la salud física y mental, disminuye los niveles de estrés y promueve una relación más directa con el entorno urbano. Además, favorece la calidad del aire, un factor clave para la salud pública y que incluso ha sido priorizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además, las ciclovías suelen ir acompañadas de mejoras complementarias: áreas verdes, banquetas accesibles, cruces seguros, señalización clara y mobiliario urbano. Esto contribuye a una ciudad más habitable y más atractiva para quienes caminan y conviven en el espacio público.
Pensar la ciudad con otras prioridades
Durante décadas, el automóvil fue el eje central de la planificación urbana. Hoy sabemos que ese modelo ha sido insostenible. Contaminación, tráfico, estrés, accidentes viales y desigualdad son solo algunas de sus consecuencias.
Las ciudades más modernas y habitables del mundo están haciendo exactamente lo contrario: quitar espacio a los autos para dárselo a las personas.
La CDMX no puede quedarse atrás. La construcción de ciclovías es parte de un nuevo modelo urbano, y la mejora sustancial de la visa cotidiana de sus ciudadanos, donde se prioriza la movilidad activa, el transporte público y la conexión entre modos de viaje. Una ciudad del siglo XXI no se mide por cuántos autos circulan, sino por cuántas personas pueden moverse bien sin necesidad de uno.
En resumen las ciclovías son la clave…
La importancia de construir ciclovías en la CDMX es una de las decisiones más inteligentes, humanas y sostenibles que podemos tomar como ciudad.
Es una inversión que mejora la movilidad, reduce la desigualdad, protege la salud, cuida el medio ambiente y transforma el espacio público.
El caso de la ciclovía de Insurgentes lo demostró: cuando se prioriza a las personas y se apuesta por una ciudad más equitativa, los resultados son positivos y duraderos.
